miércoles, 11 de abril de 2007

LA ADVOCACIÓN DE CONSUELO

UN NOMBRE PARA LA VIRGEN: CONSUELO

Dos formas tiene este nombre: Consolación y Consuelo.

Es el nombre de una noble virtud.

Consolatio es el origen latino, formado por el prefijo con de compañía y de intensidad, más el verbo solor, solatus sum, solari, que significa consolar, reconfortar, alegrar... El sustantivo solatium derivado de este verbo, del que obtenemos en español la palabra solaz, nos da el valor más positivo de este nombre: recreo y consuelo del espíritu. Se cree que el verbo solor procede del adjetivo solus, a, um. Como fuere, el de Consuelo o Consolación es un nombre que hace pensar en solidaridad, en fortaleza para reconfortar a quien lo necesita, en sosiego y solaz para el espíritu. En ahuyentar la tristeza de la soledad.


Nuestra Señora del Consuelo es una advocación de la Virgen que no podía faltar entre las virtudes y los méritos que se atribuyen a la Madre de Dios. En las letanías es invocada todos los días por la Iglesia como Consolatrix afflictorum (Consuelo de los afligidos), porque entre los papeles que los cristianos le han asignado a la Virgen como Madre universal, está el de consolar a los que gimen y lloran en este valle de lágrimas.


Esta advocación no está vinculada a ninguna imagen, aparición o milagro, sino a la necesidad que siente la Iglesia de ofrecer a los fieles una Madre en el cielo que sea la sublimación de las virtudes de todas las madres de la tierra.

En la tristeza, en la enfermedad, en la persecución, en el dolor tiene el hombre necesidad de consolación. En el Antiguo Testamento, en los momentos difíciles del pueblo de Israel, Dios aparece como el verdadero consolador. Jesús, en los Evangelios y desde el principio, aparece como el consolador de los afligidos. Este consuelo no cesa cuando Jesús resucita y se va al Padre. La función de consolador, pues, corresponde a Jesucristo, que en los cielos es nuestro "defensor ante el Padre" (1 Jn 2, 1-2). Y en la tierra corresponde al Espíritu Santo que actualiza la presencia de Jesús, siendo para los creyentes el revelador y el defensor de Jesús:

María, aceptando la palabra divina, fue hecha Madre de Jesús, y abrazando la voluntad salvífica de Dios se consagró totalmente a sí misma a Jesús.

Así como María es cooperadora de Cristo en la obra de la Redención, también es junto con su Hijo mediadora y consoladora.


Dice el Concilio Vaticano II que María, una vez recibida en los cielos, "continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión, los dones de la eterna salvación (...) María es "signo de esperanza cierta y consuelo para el pueblo de Dios peregrinante" (L.G. 68). En varios momentos aparece María en los Evangelios dando consuelo y esperanza a los que estaban con ella. Por supuesto en el Nacimiento fue consuelo para su Hijo, para San José y para todos los que se acercaron o contemplarlos y ver las circunstancias tan precarias en las que había nacido. Más adelante la vemos siendo consuelo para aquellos recién casados que se les había acabado el vino (Jn 2, 1-11). En el momento de la crucifixión María fue de un gran consuelo para su Hijo en la cruz: "Junto a la cruz estaba su madre", nos dice San Juan (Jn 19,25). Se condolió vehementemente con su Hijo y se asoció con corazón maternal a su sacrificio. Pero no sólo fue consuelo para su hijo sino para todos los que habían sufrido y estaban desorientados con la muerte de Jesús (Hch 1,14).


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