martes, 16 de octubre de 2007

OTRA MIRADA

A LA VIRGEN DEL CONSUELO

Tengo que confesar, mi cariño y amor a la Virgen del Consuelo. Estuve y viví intensamente mis años de adolescencia, junto a todo lo que rodeaba a su Hermandad. Me atraía lo poquito que tenía, para lo guapa que era, y que con su mirada se producía un intercambio de sentimientos, difícil de explicar.

Cuando me decidí a conocerla, le faltaba de todo, pero estaba, lo más importante, ELLA. No tenía varales, ni palio ni manto bordado, ni candelería, pero había una fervorosa juventud a su alrededor, que transmitía muchísima ilusión.

Empezaba entonces nuestra historia pequeña, la que sabemos Tú y yo. Entré en tu capilla , en San Bartolomé , una mañana , Tú me dijiste : “ Pasa, hay sitio “ “ están los bancos vacíos “ , “ estaba esperándote “… y pasé . Me acomodé en unos de tus rincones, en los que la vida transcurre lenta, a velocidad de óleo, dispuesto a rondarte ya, cada mañana. Y así fuimos creciendo, Tú en tu retablo, y en tus cosas y yo…también en los tuyas.

Iba a diario a verte, a mojar mis dedos en el agua bendita con la que te santiguas, a cargarme como Tú con el aroma de las horas, a beberme la sal de tu llanto, a mecerme al cobijo de ese viento tuyo, Consuelo, que arrastra su calderilla de hojas como quien descorre una cortina.

Siempre has tenido una Hermandad muy joven, que con su entusiasmo y amor están consiguiendo y haciendo realidad, que tu cofradía sea una de las más bonitas de nuestro pueblo.

A mí me gusta ir a San Bartolomé, a otear sus sombras fugaces, Me gusta ese rumor de ángeles que surge de sus rincones. Me pongo de puntillas, desde el lado izquierdo de la capilla, y me encuentro a mi Virgencita del Consuelo, me pongo a mirarla en secreto, y me doy cuenta de lo linda que es. El viento, en San Bartolomé, se hace sinfonía y la luz que entra por las ventanas me sigue y yo me dejo ir, que es la mejor forma de sujetarse a uno mismo…

San Bartolomé, el Llano, Polvillo, los Remedios dan a la vida color de almanaque en fiesta. Tal vez con los ojos cerrados sabríamos que nada es indiferente al paso de sus cofradías, y cuando pasa Ella, el Consuelo, ya nada es igual. Detrás queda ese viento de componente sur que derriba voluntades, nos queda un fuego en el sueño, invadiéndolo todo. Y año tras año, nos emocionamos al verla salir, porque los cantillaneros llevamos una virgen en la guantera, o en el anverso del parasol, retratada en una vieja estampa. El cantillanero lleva su pequeño corazón mariano como el que lleva la foto de su madre , de una hija o de un secreto amor , nosotros , tu y yo , llevamos en el corazón una vieja estampa de nuestra Virgen del Consuelo , porque hemos esperado un año entero , largo año de espera , para que el aire de tu ternura se meta por nuestras venas , como un río silencioso e imparable .Han sido madre del Consuelo , días de pétalos y úlceras , de cal y de arena , de alegrías y de penas , bien lo sabes Tú . Pero un paréntesis parece abrirse cuándo el último sol del Jueves Santo se va y Tú aparece a esa hora en la que se trazan luces largas sobre la alfombra de asfalto de tu barrio. Parece encapotarse los palios del cielo de primavera, mientras que a la calle brotan capirotes de tu hermandad entre arrullos de gorriones y carcajadas de cigüeñas. Una voz te lleva mecida y una cuadrilla de costaleros palpita bajo tu paso. Vas derramando Consuelo como quien siembra ese trigo que se peina con los vientos de poniente.

De nuevo hemos vencido al tiempo, sorteando el pellizco de tu Consuelo, como los años que han pasado desde que alguien le puso sobre los hombros la dulce carga del amor para Consuelo de los cantillaneros.

Y yo me sigo preguntando
A dónde va esa estrella de Cantillana, llamada Consuelo
Que cruza como un escalofrío
Entre niños, globos y almas
En estado de asombro.
¿De qué firmamento ha huido
Para hacerse mujer en Cantillana?
¿Qué hijos del cielo la están llevando a hombros?
¿Qué extraña y temblorosa filigrana
Danza en mis labios
Cuando la nombro?

Y vuelvo a sentir ahora, cuando te acercas, racheando el paso desde la distancia infinita de tu sufrimiento y mis ojos, escapándose al reclamo del azahar y la saeta, vuelan tras de ti en un ardiente deseo de seguirte por el amor de tu nombre, Consuelo. De acompañarte por los senderos tenebrosos del dolor y de la muerte, sin sentir temor, porque Tú vas conmigo, porque Tú eres, madre mía, MI CONSUELO.

Soy mi amor, lo que queda de un abrazo
El vaivén de tibias manos en la cuna
Ese gozo que cabe en tu regazo
Cuando un niño está rezándole a la luna.

Soy un hombre feliz, Consuelo, porque te amo
Porque espero que tu entraña se entreabra
E ir sembrando, suavemente, tramo a tramo
Tanto amor recriado en mi palabra.

Si no fueras de aquí, si no existieras
En lo eterno del alma cantillanera
De otra imposible patria lejana
Ausencia de Cantillana te trajera.

Si no vivieras aquí, si no fueras
Cielo, aire, sol, brisa cotidiana,
A la primera luz de la mañana
El brillo de tus ojos le pidiera.

Para habitar Cantillana te crearon
De gracia pura y cielos escogidos
A medida de su alegría y su pena.

Y en la Gloria los ángeles lloraron
No entendían que hubieras preferido
Hacerte cantillanera, Consuelo,
Porque Cantillana es para ti la Gloria.

Una cuadrilla de costaleros
Te es bastante, te sobra, te da aliento.

Soy la sombra, Tú la luz, Tú eres Consuelo
Consuelo de Cantillana
Consuelo del mundo entero.



Ignacio Carrero Daza

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